Cuento: Los árboles son importantes.

Este cuento no es mío, yo únicamente lo he adaptado para poderlo utilizar con mis alumnos de tres años, el original, títulado EL BLASÓN, podéis verlo en el blog de un gran amigo:


Adaptación del cuento:

LOS ÁRBOLES SON IMPORTANTES

Existía hace mucho, mucho tiempo, un reino, donde todo era magia, árboles mágicos, casas mágicas, castillos encantados, todo era perfecto, los animales vivían en paz e incluso hablaban con los humanos.

Pero el rey que vivía en el castillo encantado, tuvo un hijo, al que no le gustaban nada los árboles, y los cortó todos, quedándose la tierra muy triste, y la magia, se marchó de allí.

Cuando el rey murió, el hijo se hizo rey, y como odiaba no solo los árboles, si no también a los animales, los saco a todos de su reino. El cielo se volvió oscuro y triste, y la gente que vivía allí también.

Muchos años después, el rey tuvo un hijo, un principito llamado Baltasar.

Era un niño caprichoso, y además era un Príncipe, por lo que nadie, podía ordenarle nada. El principito, era tan caprichoso, que ni sus papás podían mandarle, y además, sus papás, siempre estaban ocupados con sus asuntos.

El Principito se aburría y no había nada que lo sacase de su aburrimiento, ni los dibujos de la tele, ni jugar con sus muñecos, ni ir al parque, al principito, no le gustaba nada, siempre hacía lo que quería.

Un día, el principito, se levantó muy enfadado, estaba muy aburrido, y no tenía nada que hacer, así que, decidió que quería que le construyeran un Palacio para el solo, donde poder jugar, correr, saltar en la cama sin que nadie le molestara.

Pero él quería el palacio, en el reino de las ardillas, ese reino, era un gran bosque, lleno de árboles, ríos, animales, el único bosque que aun tenía magia. Un reino donde sus habitantes, nunca molestaban a los humanos, y donde los humanos, no deberían molestarles.

Pero el principito, quería su castillo, allí, justo allí, a pesar, de que no había más bosque cerca de esas tierras.
-      Señor- le decían los criados- allí viven las ardillas.
-      Da igual, matarlas a todas.
-      Pero señor- le repetían los criados- Allí, viven los árboles.
-      Cortarlos todos.

El principito odiaba los bosques, odiaba todo, porque como siempre había tenido todo lo que quería, se aburría.
Mientras otros niños solo tenían dos o tres coches para jugar, él tenía habitaciones llenas de coches.
Mientras las niñas tenían una o dos muñecas, él tenía tantas, que las pintaba, las cortaba el pelo, las rompía.

Un día de los que su padre no estaba muy ocupado, y paseaban los dos juntos por las tierras del castillo, el Principito señaló el bosque, el único bosque que había, el reino de las ardillas, y le dijo a su papá:
-      Quiero un Palacio allí.
-      Lo tendrás, hijo mío- dijo el padre- mañana empezaremos a cortar los árboles y los usaremos para calentarnos y podemos hacer tu palacio con algunos de los troncos.
-      Yo estaré cuando corten los árboles, Padre- dijo el principito- los odio, odio el color verde.

El padre pensó que él también los había odiado de pequeño y por eso había arrancado todos los de alrededor, había quitado el reino de los lagartos, y el de los leones, también el de los caballos, y el de los elefantes, y aunque el reino había perdido la magia, él era feliz.

Había veces que echaba de menos ver los árboles tan verdes desde su ventana, y en verano, le hubiera gustado que le dieran sombra mientras paseaba, pero bah, tampoco era una cosa importante.

A la mañana siguiente, muy temprano, el Príncipe estaba disfrutando mientras se cortaban los árboles y todo el pueblo estaba presente también, y lloraban de pena, hacía muchos años que no se cortaban los árboles y ese bosque siempre había sido un lugar donde poder bañarse en el río, poder pasear por la sombra, poder pisar las hojas secas que se caían al suelo en otoño, todas las personas que visitaban ese bosque, tenían algo especial, se llenaban de la magia.

Los leñadores, empezaron a cortar los árboles con sus hachas y sonó un ruido, algo había salido volando desde las ramas de un gran árbol y le cayó en el hombro al Principito.

El Príncipe no sabía si llorar o correr. ¡Era un bicho, un bicho!
-      ¿Qué es esta cosa?- dijo aterrorizado.
-      Es una ardilla, mi señor- respondió uno de los 9 pajes que llevaba siempre con él.
-      ¿Muerde?- preguntó el principito.
-      Solo a las piñas y bellotas, para comérselas, mi señor.

El Príncipe observó mejor a la ardilla y el sonido que hacía, parecía muy graciosa y movía su nariz y sus manos.
-      ¿Dónde viven estos animales? ¿Lo sabes?- le preguntó el principito al paje.
-      Claro, mi señor, viven en los árboles.
-      ¿Y si los cortamos? ¿Dónde irán?-preguntó el Príncipe.
-      Seguramente morirán, no hay más árboles en esta tierra, vuestro padre los cortó todos hace años.
-      Pero este bichito es muy gracioso- dijo el príncipe.
-      Mi señor- dijo el paje- este es su reino.

El Príncipe volvió a mirar a la ardilla y se dio cuenta de que habían parado de cortar los árboles y que todo el mundo le miraba.
Iba a ordenar que continuasen cuando la ardilla cayó al suelo e hizo algo raro, comenzó a moverse de una forma muy extraña.
-      Esta teniendo ardillitas- grito uno de los pajes.
-      ¡Que bonito!- Oía decir a la gente que había alrededor.

El Príncipe se quedó quieto, y no podía dejar de mirar a las ardillitas. Sentía como la mamá ardilla le pedía por favor que no cortara esos árboles para que sus hijitos pudieran vivir allí.

El principito, miró a los leñadores.
-      Recoged vuestras cosas, ya no quiero el palacio- dijo el principito.

Diciendo esto, un relámpago surcó el aire y empezó a llover. Después, las nubes se marcharon y apareció el sol, y con él, el arco iris, que lleno de nuevo el palacio de color.

La gente salió corriendo del bosque, para que la lluvia no les mojara, y porque estaban asustados, hacía años que no había tanto color en ese reino.

Cuando el principito se quedó solo, la mamá ardilla se acercó a él, y le dejó algo en el suelo. Era una bellota mágica, siempre que estuviera aburrido, la bellota le enseñaría un juego nuevo, pero a cambio, no tenía que hacer nunca cosas malas.

-      Hace muchos años- le habló la ardilla- este era un reino mágico, pero tu padre, no quería que fuera así, odiaba el color verde y nos echó de aquí, por eso, nadie es feliz, tus papás trabajan todo el tiempo, tu, te aburres todo el rato, y todo el mundo llora.
-      ¿Por qué no le dijiste esto a mi padre?- Le preguntó el principito a la ardilla.
-      Tu padre es feliz, cuando ve que los demás están tristes, no le gusta ver a la gente alegre, pero principito, tu no eres igual, eres bueno, y nosotros queremos ser tus amigos.

El principito, salió corriendo y mientras andaba hacia el Castillo para contarle todo a su padre, miraba hacia atrás, y vio que salían muchas ardillas de entre los árboles y llevaban cosas en las manos.

Una de ellas pasó por su lado y se paró en un charquito, hizo un agujero en la tierra y escondió bellota.
Más allá, otra ardilla hizo lo mismo pero enterró un piñón. Y así todas las ardillas del bosque.

-Qué animales más raros- pensó el Principito- esconden su comida y me dan un regalo, cuando casi les quito su casa.

Pasaron unos meses y el Príncipe volvió a pasear por esa zona, las ardillas no solo le habían regalado una bellota mágica, si no, que habían vuelto a llenar la tierra de árboles, ahora todo era de color verde, había sombra para pasear, y el príncipe podía jugar al escondite en el bosque con su bellota mágica y sus amigas las ardillas.

Pasaron los años y el Castillo volvió a ser un lugar lleno de magia, como lo había sido antes, mucho antes, porque el príncipe enseñó a todo el mundo, que hay que ser feliz, cuando los demás también sonríen, y que el mundo de los animales y de los árboles es mágico.

Comentarios

  1. Delicioso cuento !!!!!! lleno de ternura sobreel papel de las ardillas para cnservar elbosque, se puede hacerun trabjo muy interesante sobre el cuidado de la naturaleza. Un sludo cariñoso de Begoña

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